¿Dónde está la poesía?
Publicado 15/12/2013
Carolina Hidalgo
El Diario del Otún

¿Dónde está la poesía? Es la reflexión que dio inicio a este ritual del encuentro en la palabra, temiendo consignarse visiones totalizadoras. Comencé mis esbozos sobre la poesía colombiana de los últimos treinta años, en plena Luis Ángel Arango. Donde estoy segura algunos poetas durmieron y comieron, por tan sólo llegar a una respuesta, única, dentro de la caja de Pandora. Sin quedarme atrás metí la mano a tal pesquisa,  llegué a una antítesis ¿Si se encontrara en un universo borgiano de palimpsestos? ¿O en una esquina, en un café literario o en un bar con amigos? ¿Cómo encontrar poesía donde aparentemente no existe? tan sólo tomé la tarea más que en serio, de manera vital y reveladora. 

Tuve la oportunidad de confrontar las versiones de los poetas vivos radicados en Bogotá, versiones que hoy hacen parte de las investigaciones del Ministerio de Cultura, algunos de ellos son: Rafael del Castillo (ULRIKA), Federico Díaz Granados (Gimnasio Moderno), Juan Manuel Roca (Casa Silva), Renata Durán, Fernando Herrera, Dufay Bustamante (Proyector de voz), Andrés Barbosa Vivas (Fundación Barbosa Vivas),

La periferia Literaria (festival), Los impresentables (literatura emergente) Luis Fernando Afanador, Julius Martínez, Tarcisio Agramonte, María Tabares, Marga López (desde la Celia, Antioquia) entre otros y otras que a vuelo de cóndor iluminan la constelación del panorama literario en Colombia, muchos de ellos han pasado por el Festival internacional de poesía Luna de Locos en Pereira, en distintas ediciones. 

Sus anécdotas y experiencias han coincidido que el lenguaje, se convierte en “el santo oficio” del poeta. Quien lucha por asirse a una voz propia, entre temáticas y práctica constante. Una tarea titánica por romper el escepticismo cultural. En general, el poeta aprecia sus generaciones antecesoras y precedentes. Su entramado estético, siendo el poeta de carne y hueso el único actor sin redimir. 

“IV. Cuando el hombre halló que las palabras de su tribu podían alcanzar mayor intensidad que la dictada por la utilidad práctica, nació el trabajo del poeta. Cambian estilos y modos de expresión: permanece la lucha del poeta contra el leviatán que lo acosa y lo seduce”. (Urgencia de la poesía, texto de Vicente Quirarte).

 En plena capital colombiana con su hospitalidad predicada al solitario, donde los espíritus se manifiestan por mera ecolalia, todos los días se vivía poesía, o se hacía el ejercicio en el acto creativo -los niños sueltan globos en el asfalto para liberar gritos de arcoíris.

Había que tener tacto de ladrón, concentrarse en una fusión consciente de cosas reportadas de una cotidianidad, que constantemente acosa retratarla, una experiencia poética equivalente a la versión de Poeta en Nueva York de Lorca, sus poemas a  viva voz, en el realismo mágico de nuestra idiosincrasia colombiana: los paros universitarios, el Chorro de Quevedo y su mercado persa, el rugido del tráfico acelerando y desacelerando la ciudad. Será por eso, que en María Zambrano encontré asidero:

“Y eso persigue la poesía: compartir el sueño, hacer la inocencia primera comunicable; compartir la soledad, deshaciéndose los pasos desvistiéndose”. De igual manera, la brecha histórica ¿dónde está la poesía? se abrió entre mi creación literaria De este lado de las cosas, y el punto de partida, la poesía de la ciudad de Pereira, no sin atender que Dosquebradas es mi refugio y Pereira es mi diversidad. 

¿Cuáles son los sortilegios que emanan del nuevo centro de un poema a nadie dirigido? Es la consigna de Alejandra Pizarnik. Hacerse voz, cercanía, alteridad y correspondencia son las únicas fórmulas que dinamizan los alfabetos de ciudad.

Desde los diferentes escenarios culturales los jóvenes fusionan lo consiente y lo inconsciente de sus experiencias en un lenguaje literario y visual. La búsqueda por manifestarse en el lenguaje podría ser limitada dentro de las posibilidades de exploración sino llega a desprenderse algunas ideas esenciales, la alternación de sistemas de signos o la misma promoción del escenario cultural, perspectivas participativas que reseñan el acontecer histórico de un lugar a generaciones enteras. 

Así mismo, la circulación del libro; como un bien de consumo; un artefacto; un espacio recreativo que posibilita la sinergia de una cultura, promueve el diálogo y la identidad, como la democratización de ideas y sentires.

Desde hace cinco años jóvenes de distintos puntos de Risaralda hemos participado del taller de creación literaria La poesía es un viaje, dirigido por el poeta Giovanni Gómez (Renata) donde la investigación poética, las entrevista con poetas de reconocida talla nacional e internacional son fundamentales en la investigación. Igualmente, nos hemos encontrado en la necesidad de recurrir a la autoedición y la publicación digital como los medios más cercanos al sueño de ver nuestra obra compartida a un público, ya Tocamos el viento en una primera edición, aunque en un insípido tiraje de 200 ediciones. 


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